martes, 5 de febrero de 2013

La Disciplina del Tiempo: Modo Inicial

Corriendo, haciéndole un monumento a la velocidad imitando a la luz, pero me siento imposibilitado, carente de sentido. Entonces voy corriendo en círculos, tratando de crear un tornado que pueda llevarse muy lejos los malos recuerdos. Y es que es así, los malos recuerdos forman una red capaz de consumirnos, capaz de absorber toda la luz que tenemos, como un agujero negro, que dada su masa y gravedad atrae todo hacia él sin siquiera dejar alguna huella que pueda dejarnos un rastro de lo que fue, y lo que no está en un presente en donde cualquier particularidad hace dudar su existencia real.  Nuestro universo se expande, como la idea de huir, como el miedo alguno que tenemos al nacer, y que se conserva durante toda la vida. Se expande como la rutina, que llegado el momento del cambio, nos arrepentimos y todo sigue igual, pero la idea de pensar que sigue de la misma manera hace ver a esa misma rutina como algo tan, pero tan lejano. Eso ocurre si no hay impulsos que logren vencer la barrera, aquella que pesa toneladas, y que la voluntad puede mover fácilmente.
El tiempo es rebelde, no conoce límites, y aunque sepa de ellos, no creo que los respete. Se mueve siempre hacia adelante, pero nos hace retroceder al pensar en lo que una vez vivimos ¿Viajar al pasado? Empíricamente no sé si sea posible, pero lo vivimos haciendo en nuestras mentes. No hay lugar para un pensamiento carente de recuerdos, no hay dudas de que siempre que avanzamos retrocedemos. La idea de domar al tiempo es absurda, no solo a mi parecer, sino para todo aquel que la escuche. ¿Ponerle un látigo al tiempo y volverlo esclavo? No, siempre seremos nosotros los sumisos, pero eso no quiere decir que no sepamos utilizarlo correctamente. 
El tiempo tiene estrategias, es la gran batalla que nos toca vivir a diario. Que si llegamos tarde a algún sitio, que si debemos salir justo en un momento de ese lugar. Un sin fin de menciones que no haré, pero que suceden y son de lo más comunes. Vivimos aniquilados con la idea del reloj en nuestra mente. Una aguja que pasa por todos nuestros sentidos y que no frena, pero tal vez no sea tan así. ¿Que no se frena?, es verdad, el tiempo no se detiene ni descansa jamás. Pero como el tiempo es una invención, nuestra mente de vez en cuando la aparca y olvida por completo que esa idea fue fundada. Para ser un poco más claro pondré un ejemplo. Cuando miramos fijamente a esa persona que nos llena con cada palabra, esa que respiramos hasta dormidos, el tiempo parece no avanzar ni retroceder, tan solo se queda ahí, estancado en la plenitud, no se piensa en nada, porque el sentir de una persona carece de palabras, solo son emociones que fluyen, como las horas y minutos, que fluyen, como el agua que crea olas, pueden ser rebeldes, pero siempre siguen hacia adelante. 
Es tiempo de fijarse en que el tiempo nos condiciona en todo, pero nosotros podemos condicionarlo a él. Podemos hablar horas de noche, y dormir de día, podemos repetir las mismas acciones, pero uno sabe que jamás tendrán exactamente el mismo efecto. Dar la vuelta a esa sinfonía que nos habla, hablo del más fino sonido de las agujas cuando corren en círculos. No sabemos ni entendemos, pero creamos y creemos. No podemos ser condescendientes con el mismo tiempo, porque el ya eligió, nos toca elegir a nosotros como pisar cada segundo, y qué camino tomar.          

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